Imagina irte a la cama cada noche, pero en lugar de descansar, te enfrentas a un monstruo invisible que siempre regresa. La oscuridad te envuelve, y una figura se materializa desde las sombras, portando un cuchillo. Sabes lo que viene después: intentas luchar pataleando, pero siempre terminas despertando, en el suelo, agotado, y con la misma sensación de terror que te acompaña desde hace 15 años.
Este era el escenario en el que vivía un joven de 22 años, quien sufría de pesadillas recurrentes que lo atormentaban entre tres y cinco veces a la semana. Las noches se convirtieron en su peor enemigo, y el acto de soñar, en una emboscada que lo trataba sin piedad. Con el tiempo, comenzó a sufrir de insomnio: permanecía despierto, con angustia, antes que ser atacado por la misma pesadilla.
Sin embargo, su vida cotidiana parecía normal. Tenía una pareja estable, era un estudiante que había servido en el ejército, y no mostraba signos de otros trastornos psicológicos. Pero por las noches, las sombras y el terror habían invadido su descanso.
Aquí va un caso clínico tradicional y muy didáctico.
El tratamiento.
El tratamiento que recibió este joven era innovador para su época. La desensibilización sistemática, creada por Joseph Wolpe en 1958, estaba en pleno auge entre los terapeutas, pero nunca antes se había aplicado para tratar pesadillas. Esta técnica, diseñada originalmente para fobias, como puede ser un miedo a las serpientes, aún estaba en desarrollo y generaba interés en la comunidad clínica. Sin embargo, su éxito en este caso marcó un hito, mostrando que podía ir más allá de los usos habituales.
La desensibilización sistemática podría entenderse como un «entrenamiento emocional«. De la misma manera que uno entrena a su cuerpo para correr una maratón, esta técnica lo entrena a uno para ganar coraje. Se basa en tres pasos clave: relajación profunda, construcción de una jerarquía de miedos y exposición gradual.
Primero, el paciente aprende a relajarse profundamente, lo que le permite controlar las respuestas físicas al miedo.
Una vez que domina esta habilidad, se elabora una lista de situaciones que le generan ansiedad, organizadas de menor a mayor intensidad. Esto es lo que llamamos la jerarquía del miedo.
Finalmente, el paciente se expone de forma gradual a esos temores, comenzando por los más leves. Mientras lo hace, practica la relajación para mantener el control.
Es cómo desenredar un nudo: al principio puede parecer imposible, pero con paciencia, se afloja.
Pasos de la intervención.
A continuación, explico los pasos esenciales de la intervención, que fue realizada en varias sesiones:
- Entrenamiento en relajación. El paciente aprendió a relajarse profundamente. Al mismo tiempo, debía imaginar o visualizar escenas neutras, sin importancia emocional.
- Creación de una jerarquía. Normalmente, en la desensibilización sistemática, se organiza una lista de situaciones de menor a mayor intensidad de miedo. Sin embargo, en este caso, los terapeutas adaptaron el método. En lugar de seguir el nivel de temor, organizaron las escenas del sueño en el mismo orden en que ocurrían durante la pesadilla. Comenzaron con la primera imagen perturbadora —las sombras en la habitación— y fueron añadiendo poco a poco más detalles del sueño hasta llegar a la escena final, en la que aparecía la figura con el cuchillo.
- Terapia de exposición, las dos primeras sesiones. El paciente practicó la relajación mientras imaginaba las primeras escenas de su sueño. Después de visualizar cada escena, indicaba si sentía ansiedad con un leve movimiento de los dedos. Al final de estas sesiones, informó que la ansiedad era intensa y no lograba relajarse completamente. Ésto, en términos psicoterapéuticos, significaba que la intervención no iba por buen camino.
- Terapia de exposición, la tercera sesión. Los terapeutas introdujeron un cambio crucial. Además de relajarse, además de imaginar las escenas de la pesadilla, el paciente debía repetirse mentalmente “Es sólo un sueño”. Esta sencilla clave verbal marcó un antes y un después. Con este recordatorio, el paciente ya fue capaz de mantener la relajación y exponerse en su imaginación a las escenas que le causaban terror.
- Terapia de exposición, las últimas sesiones (de la 4ª a 7ª). A partir de la cuarta sesión, el paciente llegó comentando importantes mejorías: las pesadillas se habían reducido a solo dos en toda la semana. Para la quinta sesión, el progreso continuaba, habiendo experimentado solo una pesadilla en los últimos cuatro días. Durante las dos sesiones siguientes (la sexta y la séptima), las pesadillas desaparecieron por completo. El paciente, en la última reunión, informó que llevaba más de dos semanas sin tener ningún episodio. Así concluyó la terapia de manera exitosa.
El seguimiento: ¿Sueños felices al fin?
Tras finalizar la terapia, se programó una cita de seguimiento a las tres semanas. En esa visita, el paciente confirmó que no había vuelto a tener la pesadilla. Seis meses después, en una nueva revisión, el panorama seguía siendo positivo: solo había tenido sueños normales, incluso uno en el que apareció una sombra, pero no le generó ansiedad ni lo despertó.
Además, no se observó ninguna sustitución de síntomas, lo que significa que, al desaparecer las pesadillas, no surgieron otros problemas psicológicos en su lugar, como podría haber ocurrido con otras terapias. Esto confirmó que la pesadilla había desaparecido por completo, sin generar efectos secundarios. El éxito del tratamiento perduró a lo largo del tiempo.
¿Por qué funcionó?
Los autores de la investigación señalan dos posibles causas.
Una posible razón del éxito de la terapia radica en que el paciente aprendió a distinguir (discriminar) que lo que experimentaba en sus pesadillas no era real. Al repetirse la frase «Es solo un sueño», empezó a reinterpretar la experiencia desde una perspectiva más segura. Esto fue clave para reducir su ansiedad y hacer que las pesadillas perdieran su fuerza. La terapia es, en esencia, lenguaje; y en este caso, una simple frase cambió por completo la manera en que el paciente enfrentaba su miedo.
Otra posible razón, compatible con la primera, fue que el entrenamiento en relajación permitió al paciente experimentar respuestas de calma más profundas que antes. Al hacerlo, pasaba por las etapas del sueño de manera más apacible, sin llegar al punto en el que se desencadenaba la pesadilla. Dicho de otro modo, las condiciones preliminares que provocaban el sueño perturbador dejaron de estar presentes. En términos psicológicos actuales, esto podría describirse como una Operación de Abolición: la relajación disminuyó la probabilidad de que aparecieran los niveles de ansiedad que antes desencadenaban la pesadilla.
Reflexiones personales.
Este estudio me parece un excelente ejemplo de la valentía de los terapeutas al adaptar la técnica de desensibilización. Primero, ajustaron la jerarquía de forma creativa, organizando las escenas del sueño por su secuencia temporal. Además, introdujeron una clave verbal («Es solo un sueño») que cambió por completo la experiencia del paciente.
Hoy, esta clave y manera de proceder podría reinterpretarse bajo la Teoría de los Marcos Relacionales (que aún no existía en esa época), donde un nuevo contexto verbal aportado por los terapeutas altera el significado y la respuesta emocional ante el estímulo.
Este artículo clásico también subraya el mérito de los estudios de caso para mejorar las técnicas de intervención: la técnica de Wolpe fue aplicada a las pesadillas, algo poco común en su tiempo. Además, demuestra la importancia de tener objetivos claros y procedimientos bien definidos en cualquier tratamiento psicológico.
Referencias.
Geer, J. H., & Silverman, I. (1967). Treatment of a recurrent nightmare by behavior-modification procedures: A case study. Journal of Abnormal Psychology, 72(2), 188-190. https://doi.org/10.1037/h0024447