¿Qué sucede cuando la lectura se convierte en una batalla diaria? Para Laura, de 12 años, esa lucha no solo afectó su rendimiento académico, sino también la confianza en sí misma. Hoy quiero dar a conocer su historia y cómo la técnica de la lectura compartida ayudó a mejorar su fluidez lectora.
¿Qué es la lectura compartida?
La lectura compartida es mucho más que leer en compañía. Es un proceso guiado en el que un lector experimentado (en este caso, la investigadora) se convierte en un modelo para el lector con dificultades (Laura). El lector menos hábil sigue al más experimentado, observando cómo afronta palabras nuevas y entonaciones.
¿Cómo funciona?
- Escuchar primero: Laura escuchaba a la investigadora leer un pasaje en voz alta. Esto le daba una idea de cómo sonaba una lectura fluida.
- Seguir con la vista: Mientras la investigadora leía, Laura seguía el texto con la vista. Así, si aparecía una palabra desconocida, ya la había escuchado bien articulada.
- Leer el pasaje: Luego, era el turno de Laura para leer el mismo pasaje. No había interrupciones bruscas cuando cometía errores, sino un acompañamiento para que ella misma se corrigiese si se daba cuenta.
El secreto está en la práctica repetida y en la oportunidad de aprender de un modelo experto en tiempo real.
El diseño de criterio cambiante: metas claras para motivar
Laura no solo leía por leer. El estudio incorporó un diseño con criterio cambiante, una estrategia que establece objetivos de lectura concretos y graduales.
Fase de línea base:
Primero, se midió la fluidez lectora de Laura en tres sesiones consecutivas, donde obtuvo una media de 84 palabras por minuto. La fluidez lectora se refiere al número de palabras que se leen correctamente en voz alta en un minuto. Esta fase permitió establecer un punto de partida antes de empezar cualquier intervención. Además, se acordó con Laura qué libro le interesaba leer en las próximas sesiones. En cada sesión, se leerían diferentes pasajes del libro elegido, asegurando que las lecturas siempre fueran nuevas y presentaran un reto constante.
Fase de intervención:
Durante la fase de intervención, la fluidez lectora de Laura se incrementó en cinco etapas, cada una con un criterio de palabras por minuto progresivamente más alto. Laura participaba en la definición de estos objetivos, lo que aumentaba su compromiso y motivación.
La fase de intervención se realizó en la biblioteca, 5 días por semana durante aproximadamente 8 semanas, con un total de 36 sesiones. Las sesiones duraban entre 30 y 40 minutos cada una.
El diseño de criterio cambiante demuestra científicamente cómo el entrenamiento mejora la velocidad lectora de Laura. Si al elevar la meta de palabras por minuto su velocidad también aumenta, podemos concluir que el entrenamiento está funcionando.
En la gráfica puede verse la evolución de Laura:
En la etapa 1, la meta era de 97 palabras por minuto y Laura alcanzó 108. En la etapa 2, el objetivo se elevó a 114, y lo superó con 116. En la etapa 3, la meta se fijó en 123 y llegó a 126. En la etapa 4, con un criterio de 132 palabras por minuto, Laura rindió con 138. Finalmente, en la etapa 5, el objetivo era 140 palabras por minuto, y Laura nuevamente superó las expectativas, alcanzando 147.
Este proceso no fue impuesto. Laura participaba en las decisiones sobre sus metas momento a momento y esto aumentaba su implicación. Ella misma podía ver su avance diario anotando en un gráfico, lo que le daba una sensación tangible de éxito.
Fase de mantenimiento:
Después de la fase de intervención, se inició un período de observación de tres semanas. Durante esta fase, Laura ya no recibió sesiones diarias de entrenamiento, pero se realizaron cinco evaluaciones para comprobar si podía mantener su fluidez por sí sola. Los resultados mostraron que Laura mantuvo una media de 140 palabras por minuto, lo que indica que los progresos se habían consolidado.
Exploración fenomenológica: ¿Qué significaba leer para Laura?
Un aspecto único de este estudio fue el interés de la investigadora en explorar los sentimientos y percepciones de Laura sobre la lectura. Mantenía regularmente conversaciones informales con la niña acerca de la lectura, indagando sobre sus pensamientos y emociones. No se trataba solo de medir su progreso intelectual, sino de entender cómo vivía la experiencia de leer.
Laura, una niña tímida, sentía una gran ansiedad al leer en público, especialmente frente a sus compañeros o su maestra. A pesar de que disfrutaba leyendo por su cuenta, la presión de ser observada afectaba su rendimiento y confianza.
En una de las sesiones de entrenamiento, su tutora de clase entró en la sala y Laura comenzó a temblar visiblemente. Esto nos recuerda que la lectura no es solo una cuestión de habilidades, sino también de cómo el lector se siente al actuar en público.
Gracias a estas conversaciones informales, la investigadora pudo comprender genuinamente cómo Laura vivía la experiencia de leer. Fue en estas charlas donde Laura reveló su verdadera motivación: quería mejorar para leer en las ceremonias de su iglesia, siguiendo los pasos de su madre. Sin embargo, a pesar del progreso logrado con la lectura compartida, sus miedos no desaparecieron del todo. Aunque ganó fluidez, su ansiedad seguía presente, y la confianza en sus habilidades lectoras continuaba siendo baja.
Limitaciones del estudio: Áreas clave para mejorar
El estudio dejó en claro que la lectura compartida es una técnica eficaz para mejorar la fluidez lectora. Sin embargo, hay un aspecto fundamental que no fue abordado: la generalización de la habilidad en contextos más reales, especialmente en situaciones que implicaban una fuerte carga emocional, como leer en público.
El enfoque se centró principalmente en aumentar la velocidad lectora de Laura, lo cual fue exitoso, pero no se trabajó el componente emocional que acompañaba su miedo a leer frente a otros. Laura tenía un objetivo claro: leer en la iglesia, pero la intervención se limitó a mejorar su velocidad sin prepararla anímicamente para enfrentar el miedo escénico.
Si se tratase de un funambulista del circo, es como si la intervención hubiese ayudado a Laura a tener más equilibrio. Ganó agilidad y precisión en la cuerda floja. Pero no la preparó para caminar en las alturas mientras todos los ojos estaban puestos en ella. Faltaron estrategias como la exposición gradual o el entrenamiento en relajación para ayudar a Laura a enfrentarse a esas situaciones con más seguridad.
Además, la investigación no fue un «estudio de caso» en el sentido tradicional. En un estudio de caso, el terapeuta relata una intervención que aplicó a un paciente específico, basado en sus necesidades. En cambio, este fue un «diseño de caso único» (single-case design), donde la intervención estaba predefinida y se seleccionó a Laura porque cumplía con ciertos criterios, como su bajo nivel de fluidez lectora. El objetivo era probar la efectividad del método, más que personalizar la intervención según las necesidades únicas de Laura.
Referencias.
Nes Ferrara, S. L. (2005). Reading Fluency and Self‐Efficacy: A case study. International Journal of Disability, Development and Education, 52(3), 215-231. https://doi.org/10.1080/10349120500252858